En 2010, se realizó la primera edición del congreso internacional del menisco en Ghent, Bélgica. El objetivo de esta reunión era unificar y actualizar todo el conocimiento  internacional sobre el menisco. En esta reunión se acuñó un mensaje claro y contundente “sálvense los meniscos” y yo como traumatóloga y cirujana ortopédica no puedo más que apoyar y reforzar este mensaje.

 El menisco es una “almohadilla” que se sitúa en el interior de la articulación, entre el fémur y la tibia.  Además, tenemos dos meniscos: menisco interno o medial y el menisco externo o lateral. Su función es la de absorber el impacto de choque entre las superficies articulares, incrementando la superficie de contacto y permitiendo una mejor distribución de las cargas.

Tras un traumatismo de rodilla, normalmente  combinando un movimiento de flexión y rotación, se puede producir una rotura meniscal. Suele ser frecuente la aparición de estas lesiones en la competición deportiva.

En la actualidad,  se pueden realizar dos procedimientos quirúrgicos para este tipo de lesiones:

• La  menisectomía parcial o selectiva, que se basa en la extracción de los fragmentos dañados únicamente.

• La sutura o reparación meniscal, se trata de coser los fragmentos dañados. Manteniendo la integridad y la estructura del menisco.

La evolución natural de una rodilla sin un menisco es a la artrosis degenerativa.  Es por ello importante valorar la lesión meniscal e intentar repararla con el objetivo de evitar una artrosis futura.

No todas las lesiones meniscales se pueden reparar.  La sutura o reparación meniscal* depende de varios factores; entre ellos destaca el tipo de rotura, la localización de la misma, lesiones del cartílago asociadas…

La localización de la lesión  es importante por el aporte sanguíneo al menisco. Es decir, para que un menisco cicatrice tras una sutura necesitamos que llegue sangre. Dividimos el menisco en tres zona según el aporte de sangre: zona roja-roja, zona roja-blanca, zona blanca-blanca.